Morena en Matamoros. De los antagonismos a la integración.
“Alea iacta est”, fueron las palabras que, dicen los historiadores, mencionó Julio Cesar al cruzar el Rubicón y cuyo significado literal es “La suerte está echada”. Valga mencionar que para muchos morenistas esta acción de unidad que proyectó la foto de Mario López y Alberto Granados se ha dado en tiempo suficiente para definir el triunfo de este partido en sus cinco objetivos electorales en Matamoros.
La tan anhelada cita por los seguidores de este instituto político se dio el martes pasado, día del niño, como una alusión a la nobleza de los infantes para resolver sin pudor alguno las diferencias que se suscitan en su convivencia y roce diarios, naturaleza humana cuando se da, inteligencia emocional cuando se resuelve.
Los discursos de ambos cincelados en la unidad y en el entendimiento de que solo unidos auténticamente podrán ratificar sus pasados triunfos inobjetables el próximo 2 de junio. Tuvieron contrariedades y conflictos que han sido resueltos.
Ambos habían alcanzado la más elevada cumbre de la aprobación popular de sus grupos y habían sido sumergidos en las más hondas profundidades de la desaprobación popular del grupo del otro, aportando así a la fantasmagoría política de sus seguidores ilusiones sobre dimensionadas de división.
Cabe señalar que la ciencia política nos indica puntualmente que los antagonismos políticos se desarrollan en combates políticos y en una elección el plan de acción constituye una estrategia y uno de los elementos de que se compone son las tácticas, siendo la unidad no simulada una de las más relevantes.
Hoy saben los involucrados que las virtudes políticas pueden estar concentradas o dispersas y que los antagonismos hay que esforzarse en suprimirlos, o al menos reducirlos para que se dé lo que constituye la integración de grupos.
Ahora, querido y sesudo lector, por integración política entendemos la parte tomada en el proceso de unificación de Morena en Matamoros por sus líderes, particularmente por Alberto Granados y Mario López. Supone no solamente la supresión de los conflictos, sino también el desarrollo de las solidaridades que unen a las personas y sin las cuales no puede haber integración partidista para su triunfo.
Limitar esas diferencias, que son naturales en toda actividad política, es ya un primer compromiso, una primera cooperación, un primer elemento de integración.
Querido y dilecto lector, en la universidad aprendimos que pertenecer a un partido es reconocer, en efecto, que este grupo puede exigirnos ciertos actos. Y cada uno de sus miembros que formen parte del grupo debe aceptar estas exigencias, entre ellas la de unidad, cumplir los esfuerzos y sacrificios, respetar límites y formas, so pena de ver roto su vínculo político. Tal es el poder de los partidos y correlativamente, el deber de sus miembros para mantenerse unidos.
Decía Maurice Duverger, el padre de la ciencia política francesa que todo partido político es una mezcla de discrepancias y creencias y que sus miembros tienen que aprender a vivir sus cambios y mutaciones radicales de tal forma que “su hoy” puede diferir en mayor o menor medida de “su ayer”.
Esta reconciliación se da entendiendo que en toda batalla primero son las heridas y después las distinciones; y que en cada nueva elección es seguro que los partidos verán su intima existencia sacudida por unas erupciones volcánicas que los tiempos determinan y muchas veces son inesperadas.
En la flamante unidad de Morena en Matamoros no hay uno solo de sus líderes que se lleve la gloria imperecedera de un hecho colectivo, es la suma de voluntades de sus máximos líderes que han logrado esta reconciliación; esta que les complica las cosas a los dos exponentes de oposición, Leticia Salazar y Roberto Lee. Diría Shakespeare: Acojamos al tiempo tal como él nos quiere; y entendamos que la mayoría de las veces el destino nos lleva a capricho por donde se le antoja.
El tiempo hablará.
Jorge Chávez.
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