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El Cuerudo Tamaulipeco III (Último de la serie).

El Cuerudo Tamaulipeco III (Último de la serie).

por Jorge Chávez



En 1995, don Jaime Barrientos y doña María Angélica de León tenían diecinueve años de haberse juntado y fundado su familia, ya tenían cuatro hijos pero su conciencia y sus escrúpulos del campo les hablaron y ellos escucharon y decidieron casarse por la iglesia, llevando a cabo su sueño en “Cinco Señores”, la iglesia principal de Jiménez, Tamaulipas. Fue un día muy especial para toda la familia. Hoy tienen más de cuarenta y siete años juntos.

Retomando el tema del negocio “El Tamaulipeco”, cabe señalar que a partir del año 2000 don Félix Garza se los vendió al señor Jaime y a su hermano, pero a partir del 2006 don Jaime y su esposa tomaron una decisión muy trascendental; optaron por seguir su propia senda junto a sus hijos y abrieron lo que hoy conocemos como “El Cuerudo Tamaulipeco”. Han estado poco más de diecisiete años con arduo trabajo, que no ha sido en balde, pues la constancia y el gusto por su labor culinaria los ha llevado a tener estabilidad sin sobresaltos en un negocio familiar que les da mucha satisfacción, una de ellas es el poder conocer muchos viajeros y aprender de todos ellos.



En una ocasión, corría el segundo semestre del 2018 y una agradable mañana fresca de otoño, iniciaron su jornada laboral con la rutina de todos los días. Don Jaime y su esposa, la señora María Angelica, abrieron el restaurante y sirvieron algunos desayunos a los transeúntes que iban y venían entre la ciudad capital y las localidades de la frontera.

El entonces presidente electo, AMLO, como parte de la gira de agradecimiento que llevó a cabo en todo el país se paseaba por las tierras tamaulipecas para corresponder a sus votantes el haberlo favorecido. Se desplazaba de San Fernando hacia Victoria sin guardaespaldas y era acompañado por una comitiva que se reducía solamente a tres personas. Pasaba el medio día y el aire puro del campo traía unos olores de cocina infinitamente estimulantes para el célebre personaje que estaba a muy pocos meses de ser investido como presidente de nuestro país.

Se les presentó un problema existencial muy común y nada insoluble llamado hambre. Dijo el presidente AMLO a su chofer.

-Ya es hora de comer ¿no?

-Estamos muy cerca de Jiménez don Andrés.



- Fíjate que me recomendó el senador Américo Villarreal un restaurante aquí en Jiménez sobre la carretera que se llama “El Cuerudo Tamaulipeco”, que tiene varios años de reunirse ahí con sus amigos, a ver si lo ubicas y te paras para comer.

No pasó mucho tiempo cuando el chofer vio el mencionado restaurante como un crepúsculo encendido por el hambre misma, divisó el negocio en cuestión y se detuvo frente al restaurante. Se bajó de la Suburban color blanco y entró acompañado de las tres personas con un andar pausado y se topó con don Jaime, su esposa Angélica y su hija Brenda.

Don Jaime al ver al presidente electo, su semblante dejó su fría expresión de lo cotidiano; no sé qué esperanza alegró todos sus rasgos, fluyó como una llama en sus arrugas; sonrió y por último se puso alegre. AMLO fue recibido con un entusiasmo campestre, una alegría rústica, una sencillez campirana y un franco deseo de servir con una calidez rural, pero sin servilismo.

El presidente electo Andrés Manuel le preguntó:

- ¿Sabe quién soy? ¿Me conoce?

Don Jaime, confrontando la visión y el sueño con la realidad, su alma paso a sus oídos y a sus ojos, creyó escuchar por cada uno de sus poros, era el sueño de un hombre despierto y con una deliciosa delicadeza le contestó:

-¡¡Si pues!! Usted es el Peje y mi nombre es Jaime Barrientos, ella es mi esposa María Angélica y mi hija Brenda.

El visitante distinguido saludó a sus anfitriones al tiempo que preguntaba cuál era la especialidad, Brenda, la hija, no esperó mucho y sin pensarlo dos veces le dijo al presidente electo:

-Usted tiene que probar el cabrito encilantrado que hace mi mamá.

López Obrador con sobrada satisfacción dijo:

-Venga el cabrito encilantrado.

Se le sirvió dicho platillo con una asadera a la plancha y unas tortillas de harina. Todo en “El Cuerudo Tamaulipeco” decía: Tenemos a un gran personaje. Después de la comida, cuya duración corrió pareja con la admiración de los anfitriones, AMLO entendió que la cocina campirana tamaulipeca es una cosa real, en la que se puede saborear el encanto de lo soñado. Un lugar donde no solo se comparte la mesa y la comida sino también la filosofía y las creencias, donde lo romántico se hace patriótico con una sazón que parecía una melodía infinita.

AMLO había llegado de sorpresa sin escolta, muy campechano; se comenzó a correr la voz y a llegar gente, entre ellos unos policías federales que querían saludarlo, todo esto ante la mirada atónita y admirada de sus dueños. Al final, ya cuando se retiraba, Brenda le pidió que dijera la palabra “guanábana” a lo que el presidente muy complacido acepto repetir.

De esta forma, en la historia de “El Cuerudo Tamaulipeco”, quedó registrada la inesperada e ilustre visita del presidente electo AMLO, que llegó a satisfacer placenteramente el hambre que lo invadió en estas tierras tamaulipecas. Hay que visitarlo y preguntar por el hecho histórico a sus dueños.

El tiempo hablará.

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