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DE LETRAS Y LIBROS... JORGE CHÁVEZ

De letras y libros.


Inicio la presente columna disfrutando de mi extravagante felicidad, como lo decía Jorge Luis Borges, sintiéndome Señor de un tesoro intacto y secreto en cada libro que aterriza en mi vida, aunque las letras a veces parecieran de una utilidad práctica muy limitada. Nada que ver. Me permito explicarte sesudo lector.


Decía Aristóteles que todos los hombres desean por naturaleza saber; así lo dijo refiriéndose a la raza humana pues en aquella época aún no existía el fastidioso y esnobista tema de la equidad de género en el idioma, la cual, en nuestro tiempo, fue cancelada en Francia por la confusión que crea en los niños y de la cual Mario Vargas Llosa simple y reduccionistamente es provocado a hilaridad. Pero no nos salgamos del tema toral.


Todas las letras que llegan a nosotros nos ayudan a expandir dos cosas maravillosas de nuestra existencia, una de ellas nuestra capacidad racional y la otra el entendimiento humano. Para esto es indispensable el ansia intelectual, sin ella simplemente no hay punto de partida.


Muchas de nuestras elecciones son el reflejo de las prioridades de la sociedad en que vivimos y lamentablemente en esas prioridades no siempre están las letras. El caso puntual del joven Hassan Emilio Kabande Laija, mejor conocido con el apelativo pugilista de Peso Pluma manifiesta lo rústico y silvestre de la sociedad actual en la que, más que desarrollarnos, gravitamos. Omitiré mi opinión al respecto de este estilo musical tan de moda como instrumento político. Me enfocaré más en la apología de los libros y las letras.


Querido y dilecto lector, las cosas más útiles como el conocimiento que absorbemos de los libros y las letras no tienen valor de cambio, nada se les antepone; ni la riqueza, ni el amor, ni cualquier otra manifestación del hedonismo que se acomoda en nuestro entorno. Debo decir que en ese mundo tan profundo de las letras, encontramos una razón de ser que nos da empaque, sentido de vida y fuerza que nos da arraigo y piso firme frente a los vientos tormentosos de la existencia. Nos brinda dos fabulosos conceptos: calidad y capacidad de vida para poder comunicarnos óptimamente.


La comunicación es la base de la cultura aterrizada en el sentido más amplio y constituye el delicioso fundamento de todo lo específicamente humano que nos permite superar esa pantera que a todos nos habita y que podemos entender como nuestra biología animal.


De esta forma, por medio de los libros y las letras, se logra también una excelente difusión de ideas por el ejercicio constante y dinámico del léxico, se mezclan de forma indisoluble, infinidad de interacciones y relaciones causales que enriquecen nuestra vida y le dan contexto al carácter esencialmente monótono y homogéneo de esa sucesión constante de existencias que denominamos la humanidad, en la que inexorablemente nos desenvolvemos.


Somos, en esencia, un primate con marcados instintos de conocimiento dotado de un cerebro desarrollado y bien adaptado que nos proporciona una cierta ventaja competitiva ante otros animales, a través de una inteligencia que se manifiesta en dos facultades fundamentales: la habilidad para manipular nuestro entorno y la capacidad para comunicarnos de forma simbólica lo cual se enriquece de manera sustancial, y perdón por enfatizar la reiteración, gracias a los libros y las letras.


En ese tenor somos los protagonistas de un momento excepcional, pues hoy como nunca en la historia de la humanidad las limitantes para que fluya el mundo de los libros y las letras esta prácticamente reducida a su mínima capacidad pues contamos con los libros habituales y ahora contamos con los libros virtuales. ¡Qué maravilla de generación!


Toda esta circunstancia, me refiero al amor a las letras y los libros, cambia de raíz y de forma gradual nuestra organización social y nuestra forma de interpretar la realidad y la rotunda singularidad de nuestro tiempo, razón de más para inducir a nuestro entorno a enamorarse del dulce y exultante hábito de las letras.


El tiempo hablará.



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